jueves, 11 de mayo de 2017

Restaurando antiguedades.

Siempre lo he dicho, mi ingreso en el mundo de la restauración fue a través de una necesidad. La necesidad de encontrar a un técnico que solucione problemas en electricidad, mecánica y acabados en color y hasta orfebrería. Pero cuando uno no encuentra quien soluciones las cosas, al final uno las termina solucionando. Fue así que a través de un hobby basada en el coleccionismo de antigüedades recorrí innumerables talleres y técnicos y poco a poco me encontré con el mediocrismos. En Lima le llaman “la criollada”, el hacerse al vivo, técnicos que ofrecen servicios a medias, o mal hechos, en donde se desligan de cualquier responsabilidad, incluso se hacen de rogar si uno los vuelve a necesitar.  Definitivamente su visión sobre la conservación de clientes es deteriorada. Ven al cliente como alguien que llegó a su taller y cuando se vaya no lo volverán a ver más, no veo otra explicación.   Pero después de tantos años de tanto buscar y hacer las cosas hoy me encuentro con tal base de conocimientos que he logrado solucionar una amplia gama de artículos.  Artículos que casi nadie en Lima se atrevería a tocarlos. Y el tiempo por fin me hizo llegar a técnicos,  que si los llamo a las 10 de la noche porque tengo un proyecto pendiente, al día siguiente a primera hora están en la puerta de mi taller. Llegar a esta clase de profesionales me tomó años. Este recurso humano no abunda en Lima.